miércoles, 23 de febrero de 2011

PEDAGOGÍA ELEMENTAL





Un problema detrás de otro y muchos más...


Esto es lo que deberíamos enseñarles a nuestros niños que cualquier problema que se resuelva conllevará una solución que, a su vez, puede convertirse en un nuevo problema, y que de estos tendremos a puñados, y forma parte del proceso de la vida el resolverlos o el convivir con ellos.
Soy sincera, a mí no me enseñaron así. No es esto lo que yo oí en mi casa. Y creo que la mayoría de la gente tampoco. A la mayoría de nosotros, se nos enseñó que un día algo acabaría con este o con aquel tipo de problemas. Ya saben, lo de que la lotería o el amor, o la vivienda nueva, te soluciona la vida. Pero no, no es posible que los problemas se acaben.
Si miro atrás, muchos años atrás, desde luego, me veo llevando a casa las tareas del colegio y en ellas, enunciados de problemas que implicaban saber -según nuestro grado de conocimiento- utilizar las operaciones de sumas, restas, multiplicaciones, divisiones; fracciones...Así llegábamos hasta la regla de tres, que nos parecía una regla capaz de resolverlo todo, y esto nos parecía así, porque aún no habíamos accedido a operaciones más complicadas como los teoremas o a cuestiones aún más complejas como las ecuaciones.
Y aunque resolvíamos problemas matemáticos aptos para las capacidades intelectuales de los niños y adolescentes que alguna vez fuimos, lo escribo sorprendida, nadie nos enseñaba que en la vida sucedía lo mismo que en los cuadernos que llevábamos con tareas a casa. Pero era igual, la vida estaba llena de problemas. Uno detrás de otro. Y en ese proceso de búsqueda de soluciones y de adaptación estaba la vida misma.
Yo recuerdo a mi madre, ya mayor, diciendo «cuándo se acabará este problema o aquel». Y cuando yo la miraba, y le decía “nunca” se sorprendía.
—¿Nunca?
—Nunca —le decía yo— . Aunque se solucione, eso traerá otra cosa.
Mi madre pensaba mi respuesta, pero no la podía comprender, así que no era de extrañar que al día siguiente tuviésemos una charla similar sobre un problema al que ella intentaba, en vano, dar una solución final.
Yo también envejeceré y llegarán mis días de ojos niños, pero al menos, esta lección, la de la continuidad de los problemas, la de sobrevivir entre ellos, la de hacerles frente sabiendo que nunca se acabarán, la llevaré aprendida ,y salvo que a último momento me falle la memoria, no mostraré el deseo de que los problemas desaparezcan porque sabré que esa magia... no existe.

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