domingo, 22 de mayo de 2011

ACEPTAR LO QUE ES




Por: Pilar Alberdi

Desde que tengo nietos juego. Antes lo hacía con los hijos. Con ellos volvemos a nuestra niñez.
Si miramos atrás, vemos que aprendimos a ganar y perder con los juegos. Por ejemplo, con juegos de mesa como el parchis, el juego de la oca, a los naipes... Con otros cuya práctica requiere espacios mayores como la rayuela, la comba, la gallina ciega, ladrones y policias. Con ellos también aprendimos a respetar turnos, y lo mismo sucedía cuando acudíamos a los parques. Si querías el columpio y estaba ocupado tenías que esperar; si muchos niños ascendían por el tobogán, lo mismo. Si ibas a la playa y querías jugar a la pelota debías buscar el lugar adecuado para no molestar a los demás. Uno disfruta cuando gana, pero aprende que perder es parte del juego.
Cuando hacía cursos de teatro, una profesora nos hacía rodar por el suelo. Nos pedía que gritásemos de un modo que normalmente jamás haríamos. Y como nos enseñaba la modulación de la voz nos explicaba también la maravillosa caja de resonancia en que se convierte la cavidad ósea que guarda nuestro cerebro. También nos daba unas sesiones de relajación estupendas. Pero sobre todo nos enseñó a volver a sentirnos como niños, a sentarnos en el suelo como si estuviéramos jugando con canicas, cochecitos o admirando hormigas y caracoles. Y de algún modo al hacernos vivir por un momento como niños, nos ayudó como adultos.
Ahora bien, si esta es la experiencia, es decir si sabemos que en el juego se gana y se pierde, se es el primero, el intermedio o el último, ¿por qué lo olvidamos luego? ¿Por qué deseamos que la vida sea siempre como nosotros queremos?
Hoy, por casualidad, leyendo a Unamuno, encontré una frase estupenda: «El que quiere todo lo que sucede, consigue que suceda cuanto quiere». Y aunque Unamuno hablaba de resignación yo prefiero la palabra aceptación.
¿Aceptación o resignación? Considero que son dos formas de estar en la vida. El que acepta siempre está en un proceso de conocimiento. Da por válido, después de asumirlo, lo que llega a su vida. Saca provecho ético y un aprendizaje humano. El que se resigna, simplemente, se conforma porque no hay mejor opción. Pero ese conformarse significa que esperará a la mano buena, la ganadora, sin comprender que todas lo son, que perder también es parte del juego.

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