lunes, 27 de mayo de 2013

TÚ PUEDES SANAR TU VIDA


Muchas personas capaces de llevar adelante sus proyectos, sean del tipo que sean, conocen esta, llamada Ley de la atracción. Y varias creencias religiosas o espirituales la recogen, unas más y otras menos profundamente.Aparecen en sus escritos. El budismo es una de las que más profundamente hace hincapie en que construimos nuestra visión del mundo con nuestros pensamientos, en que debemos encauzarlos y ser conscientes de ellos, porque dirigen nuestro camino y conocimiento. Demás está decir que muchos filósofos y políticos, lo han tenido claro. No se trata de una varita mágica, sino, simplemente, de estar en disposición de recibir, mientras nosotros continuamos con nuestra vida, haciendo los esfuerzos necesarios, poniendo nuestra dedicación en aquello que más nos interesa. ¿Nos asusta? ¿Lo encontramos paradójico? ¿Poco científico? Pregunto: ¿qué científico de lejanos siglos conocía la fusión nuclear, cuál de ellos hubiera podido pensar en clonar un ser humano, en las posibilidades de la reproducción asistida, en que la humanidad intentaría viajar a otros planetas, en bajar a las profundidades del mar? Sin embargo, muchas personas de aquella época conocían el valor salvador de una frase, de un pensamiento, de un rito.
Nosotros y sólo nosotros tenemos que saber hacia dónde nos encaminamos.
Recuerdo siempre con mucho cariño a mi terapeuta de Constelaciones Familiares, Rakasa Lucero, aprendí mucho en sus cursos y terapias de grupo. Guardo con enorme respeto las horas que viví. Ella, además de ser psicóloga y terapeuta de Constelaciones Familares formada con Hellinger, conocería otras muchas terapias, suele ser lo habitual, aunque parezca siempre que uno sólo se centra en una, siendo además, Constelaciones Familiares, una de las que reúne en su seno, el conjunto de aportes de terapias más variado que podamos encontrar, pues encontramos referencias al psicoanálisis, el psicodrama, la terapia gestal, la psicología sistémica y transgeneracional y un largo etcétera.
Recuerdo que en aquellos cursos que incluían formación y terapias, hacíamos un precioso ejercicio, y me recuerdo, ahora mismo, haciéndolo frente a unos hermosos pinos en la montaña, que consistía simplemente en inspirar y expirar profundamente y a continuación en elevar los brazos al cielo diciendo "Recojo la energía del universo", a continuación como si la volcásemos sobre nuestros cuerpos, nos acercábamos con las manos hasta la tierra, ya sea agachándose o inclinándose hasta tocarla y decíamos,"y se la doy a la tierra", a continuación "La recojo de la tierra" y elevándonos y llevando los brazos a los lados, pronunciábamos, "se la doy a los demás". Lo que permite este sencillo ejercicio, es saber que somos responsables de hacernos conscientes de nuestras vidas y de los demás.Y si, además, se realiza junto a una persona o varias, mucho mejor.
Como este podría citar otros muchos pequeños actos, que nos sirven para eso, especialmente, para comprender lo grande y lo pequeño, lo infinito y lo finito y cómo todo esta relacionado. ¿Necesitamos comprenderlo sólo desde el razonamiento? Mejor si también ponemos en ello nuestros sentimientos, si no utilizamos sólo el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro sino el derecho que puede captar la totalidad.
Para ilustrar este tema de una manera sencilla, hay muchos vídeos en Youtube, de todos ellos, he elegido este de Louise L. Hay. Leí sus libros Usted puede sanar su vida y Gratitud hace ya bastantes años, los presté inunmerables veces, los compré para regalarlos.
Creo que si este vídeo sólo vale para que cualquiera pueda valorar mejor el "pensamiento positivo", su influencia en nosotros y en los demás, ya es suficiente.Pero si, además, nos hacer recapacitar sobre el poder de nuestros sentimientos sobre nuestra vida y, especialmente, sobre nuestra salud, tanto mejor.

2 comentarios:

  1. Me gusta,voy a buscarlo.Es así,la gente está muy acelerada,como todo lo que nos rodea,un continuo "desechar",no se da tiempo,ni se toma un tiempo,y lo que va pasando en las pequeñas cosas,es la vida.

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