viernes, 6 de agosto de 2010

MIEDOS



Por Pilar Alberdi


«Se podría decir que cada edad tiene sus miedos» se lo comentaba ayer a un persona muy querida. Ella me decía, «es que a esta edad tengo miedo de ser demasiado mayor para tener un hijo, miedo también a que nazca con alguna deficiencia, miedo a...»
¡Oh! ¡Qué vida tan pequeña haríamos si nos dejásemos arrastrar por nuestros temores! Por eso intentamos vencerlos o, al menos, tenerlos controlados.
Su comentario, mejor dicho, su pensamiento que intenté consolar, me hizo pensar que cada etapa de la vida, realmente, tiene sus propios miedos y desvalimientos. Y que no hay ninguna que esté ajena a ellos, probablemente, por la razón primera que les da origen, evolucionamos dentro de un cuerpo que tiene sus propias fases de desarrollo y sus limitaciones.
En la niñez se teme por la pérdida de los padres, incluso por la ruptura del matrimonio. Diría que son miedos básicos. También el miedo que tiene el niño a perderse y a no volver a encontrar a su familia. El miedo a ser abandonado.El recelo, incluso,a no ser hijo de sus padres. Desde luego que hay otros, debidos a otras causas, más concretas y directas, y por tanto terribles, ya que pueden estar dadas por la violencia de adultos, el abuso, la desatención, las mentiras, el abandono. Puede haber muchos momentos en que nos sintamos solos, pero ninguno con el valor conque se puede estar en la niñez primera y al termino de nuestra vida.
En la adolescencia hay un miedo básico a ser rechazados por los de la propia edad, es decir, por los compañeros de estudios, los amigos del barrio o del club de deportes, la pandilla, el grupo de salida.
Terror a ser dejado de lado o menospreciado. Importa mucho la imagen, y se toman en cuenta los criterios de los demás en cuanto a la música que hay que oír, las lecturas y la moda.
Los veinte años nos encuentran inseguros ante el futuro: ¿qué camino tomar? ¿Seremos capaces de enfrentarnos a las dificultades? ¿De imponer nuestras decisiones cuando todo parece estar en contra? ¿De conseguir nuestra independencia económica o, al menos, de criterio? Lo que estamos estudiando ¿es lo que realmente nos gusta?
El camino hacia la madurez, y en esta etapa de la sociedad en que la llegada de los hijos se retrasa por causas económicas (la dificultad de adquirir una vivienda,por ejemplo) o de otro tipo, también se hace patente que hay una tendencia en muchas personas que se encuentran por encima de la franja de los treinta años a querer seguir siendo siempre jóvenes y, sobre todo, independientes. Es probable que puedan cumplir lo segundo, pero nunca lo primero. Pero sea cual sea la decisión, cada edad tiene sus miedos y sus inseguridades. Y nadie es ajeno a ella.
Pero los temores no paran ahí, a los 50 años, años más o menos, se presenta la llegada de la menopausia y de la andropausia. Y aunque siempre se hable más de la primera que de la segunda, ésta existe y hace mella. Las mujeres sienten que se vuelven más duras; los hombres más blandos. Cada cuál a solas se pregunta por su vida, lo que ha sido, lo que será. La ausencia de los hijos, producida, por su independencia, muchas veces resulta traumática. Más adelante, la jubilación con su carga de horas muertas, si no se han tenido otros intereses que no sean los del trabajo, se hace patente, y las estadísticas muestran que muchos hombres enferman e incluso mueren en este período de sus vidas. A eso hay que sumar, el temor a encontrarse desamparados, solos o enfermos; a la perdida de nivel adquisitivo a causa de la jubilación o de una pensión; a la invalidez, e incluso a la muerte.
Para defenderse de los miedos, al menos en la medida en que podamos hacerlo, creo que lo importante es conocer las etapas por las que iremos pasando. Del mismo modo modo que consolamos los temores de nuestros niños, debemos avisarles a los adolescentes que la etapa por la que pasarán será difícil, tiempo de crisis y de inseguridades en su cuerpo-mente en permanente cambio. También necesitarán mucha ayuda nuestros mayores. Mucho cariño.
Es bueno saber, o al menos, que alguien nos diga dónde, en qué recodos del camino estarán las dificultades.

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