miércoles, 21 de abril de 2010

ENFERMEDAD Y DOLOR


Dibujo original de Elena Álvarez Castro (Todos los derechos reservados)
Gracias Elena por tu aportación.


PRIMERA PARTE

«Juzgar a otro es juzgarse a sí mismo» Shakespeare.
«El que puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su destino» Sthepen Crane.
«El que ha desplazado la montaña es el que comenzó por quitar las pequeñas piedras». Proverbio chino.


La persona que siente dolor, ya sea que se muestre este en un infinito agotamiento o bajo la forma que se manifieste, no le gusta que se dude de su dolor, y hace bien, y es un derecho que tiene. Nos está diciendo… «No juzguéis mi dolor». A veces la persona sabe más, conoce por que causa porta ese dolor pero otras, la mayoría no. Al menos de un modo consciente, no lo sabe. Y aunque lo supiera no implica decirlo. Porque este último acto puede acarrear reconocimientos difíciles como la aceptación de hechos sucedidos.

Quizá la primera pregunta que debería hacerse alguien que porta tanto dolor es cómo surgió, cuándo, dónde, por qué… Después continuar preguntándose por cuál situación, en qué momento de la vida de esa persona. Y si no encuentra las respuestas inmediatamente, lo conveniente es continuar indagando. Y, por supuesto, buscar un profesional que ayude. Pero incluso hacerse esas preguntas es muy difícil. Uno está tocado… Uno se siente como un barco a la deriva de las olas y no sabe si se hundirá en cualquier momento.

Voy a poner ejemplos sencillos. Supongamos que llueve y uno jamás conoció cuál es el proceso por el cual sucede tal hecho. Supongamos que no sabemos lo que son las nubes, ni cómo se forman por la evaporación del agua de los mares ni que importancia tienen el sol o los vientos. Supongamos por fin que oímos truenos pero que ni siquiera vemos los rayos que los anuncian, y que nos mojamos sin intuir cómo ha sido el proceso. La humanidad, en muchos aspectos ha vivido siempre como una gran desconocedora. Ahora mismo. Sabemos muchísimo más que nuestros predecesores, pero mucho menos que nuestros sucesores. Y lo mismo, ocurre a las personas. No saben todo de sí, nunca nos conocemos lo suficiente.

Por eso el principio de indagación que nos llevaría a acercarnos a respuestas bien fundadas sobre lo que está sucediendo en nuestro cuerpo en unidad con nuestra psique nos haría perder el equilibrio del dolor, porque en esto también hay un equilibrio, porque mientras estoy mal o con tendencia a enfermarme tengo el equilibrio que me da haberle puesto nombre a mi dolor: y entonces el dolor puede ser llamado de muchas formas clínicamente. Pero para no engañarse, también hay que decir que estos nombres cambian según van siendo nuestros conocimientos y según se permite la sociedad reconocer tales o cuales hechos. Voy a poner un par de ejemplos: hoy a nadie se diagnostica de histérica aunque la palabra continúa vigente en usos literarios y cotidianos, incluso políticos; hoy ningún homosexual sería catalogado clínicamente como lo fue hasta los años setenta del siglo XX.

Tenemos que comprender la enfermedad y su función, incluso la social. Llamando histéricas a aquellas mujeres del siglo XIX y XX se evitaba oír lo que tenían que contar, y la mayoría de las veces su problema real pasaba por una violación o un abuso sexual reiterado de un adulto a un menor.

Muchas veces las personas decimos «es que cuando voy a tal lugar me pongo enferma» o «me enfermo de sólo verle» o… Como si un conocimiento profundo saliera a la superficie y explicase en parte de dónde viene, nos llega, nos atrapa y domina el dolor, y tantas veces la enfermedad.

Comencé este artículo, una primera parte en realidad, sobre el dolor con una frase de una obra de teatro de Shakespeare y quiero acabarlo del mismo modo, en esta ocasión citaré otra frase de la obra Otelo (Cap. II, Escena III):
«¡Qué pobres son los que no tienen paciencia! ¿Acaso se ha curado alguna vez una herida salvo poco a poco?
Sí, poco a poco… Esa es la cuestión. Pero con ayuda es posible encontrar un nuevo equilibrio que nos conduzca por el camino de la salud.

(Continuará)

1 comentario:

  1. Pilar,gracias por esta aportación,a todas las personas que sufrimos dolor continuamente,es una mano al viento de la comprensión,ese mismo que no corre por muchos lugares donde la ignorancia no le deja entrar.
    Désde mi persona,tienes una amiga para todo en lo que puedas necesitar. un gran abrazo.
    Elena Álvarez de Castro.

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