Sí. ¿Por qué efermamos? En Constelaciones Familiares de Bert Hellinguer se dicen algunas de las razones: compensaciones del tipo «yo antes que tú» y «yo después que tú». Pero hay más que podrían estar determinadas por «mandatos», ya sea a través de actitudes o palabras que, recibidas por niños desde su más tierna edad, incluso antes de su nacimiento, por ejemplo, deseos de aborto por parte de la madre, pueden inclinar a la enfermedad y la muerte, o a otros actos de expiación o compensación. Voy a poner un ejemplo. El otro día estando en un supermercado escuchaba hablar a dos mujeres. Una de ellas, se quejaba del trabajo que le daban los hijos. Llevaba un pequeño de unos dos años en un cochecito y debía tener otro hijo que estaba en la guardería. Porque también hablaba de él. No decía que los niños fuesen malos... sino que eran «molestos, agotadores, caprichosos, maleducados», y un largo etcétera de otras quejas, invalidantes para quien pudiese oírlas. Repetía que con el agotamiento que le producían los niños, más su propia ocupación laboral, más el marido y la casa... Y volvía a repetirlo.
La pregunta es sencilla: ¿cuántas veces al día escuchan esos niños ese mensaje? ¿Cuántas a la semana, al mes, al año? ¿Cuántas veces lo escucharán el resto de sus vidas...? Esta mujer no está a gusto en su familia, esta mujer quizás no debió formar esa familia ni tener esos hijos. Les está haciendo un daño irreparable y se está poniendo ella misma como una «víctima» de los hijos, su trabajo sea el que sea, su marido, las tareas del hogar. Pero esto quizás no es nuevo para ella, probablemente ella recibió de su familia el mismo patrón. Es decir, en esa familia los hijos también debían molestar a una madre. Y acaso en la generación anterior. ¿Cómo se sienten los hijos? Culpables de la infelicidad de la madre. Intentarán compensarla haciendo el mismo tipo de vida y teniendo el mismo tipo de sentimientos que ella. Si alguno escapa a este destino será porque en algún momento alcance a comprender la situación, o sin comprenderla se aleje y conviva con otro tipo de modelos familiares que lo aparten del propio. Este caso no es único, es parte de la generalidad, o como decía Tolstoi: «todas las familias infelices se parecen; sólo las felices son distintas» y es algo que vemos claramente en terapia. Los modelos de estructuras se repiten, pasan de una generación a otra. Pero quizás, la que acabamos de describir no sea una familia donde sus miembros enfermen, quizás se queden en esa dinámica por un tiempo, aunque también puede llegar otro tiempo en que alguno de los miembros enferme o sea excluido.
Pero ¿por qué enfermamos? ¿Es la enfermedad una renuncia? Pero ¿a qué? A defendernos de lo que sea que no podamos afrontar. Los niños que no quieren ver separarse a sus padres, se enferman. Y con esa enfermedad que puede incluso llevarlos a la muerte, mantienen unidos por un tiempo a los padres.
Releyendo el libro «La enfermedad como camino» de Thorwald Dihlefsen y Rüdiger Dahlke, leía: «Todo el dolor que el ser humano experimenta en la enfermedad en un principio, estaba destinado a otro». Es decir, le correspondía a otro o a otros... Es terrible, desde luego, pero al parecer es la defensa inconsciente que utilizamos para sobrevivir a algo que el doctor Ángel Escudero, con quien hice un curso hace tiempo y al que estoy muy agradecida, en principio y sobre todo, por creer en el enorme poder de la mente para buscar el propio bienestar del cuerpo, ha llamado «vacío de amor» tras lo cual se produce un desequilibrio psíquico y físico. Si uno se defiende y lucha y se pone en primer lugar en la situación o la historia familiar que este ocurriendo, sale adelante. Pero si su autoestima se encuentra demasiado baja, puede llegar a ser el final para esa persona en la que se podrá observar, además, cierta conformidad, incluso una sonrisa de aceptación y, a veces, hasta ironía. Lo que resulta aún más terrible. O acaso, sea su último mensaje.
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