Por:
Pilar Alberdi
Esta denominación surgió tras un caso en el que una mujer de nombre Kitty Genovese fue apuñalada en Estados Unidos con el conocimiento de varios sujetos y sin que esto interviniesen. Desde luego que sucesos como este ocurren desde el principio de la humanidad, pero fue en 1968 cuando
John Darley y
Bibb Latoné intentaron estudiar en un laboratorio y de una manera científica este tipo de hechos.
Al margen del experimento antes citado, se han hecho varios más, que han corroborado, una y otra vez, el resultado. Si a varios sujetos se los somete a una autoridad que impone su criterio, difícilmente, alguien se sustraerá a tal influencia, incluso momentánea. De estos estudios se deduce que en caso de una emergencia en el que exista un grupo de personas que debería rebelarse inmediatamente ante un caso de acoso o agresión, la víctima o cualquiera que esté presente y se de cuenta de ello, debe buscar ayuda y apelar a otra persona, nunca al grupo. También es necesario recordar aquí que tras la formación de un grupo de manera circunstancial el primero que tome la palabra puede conducir la conducta del conjunto.
De esta manera se comprende por qué existe el acoso a los compañeros, ya sea en el colegio, en el trabajo o en cualquier situación en que se forman grupos de manera permanente o circunstancial. En esa situación, alguien o varias personas con una cuota de poder, y con varios sujetos que les secunden perjudican a otro u otros individuos.
Trasladado este estigma social que, no es ajeno al ámbito familiar, vemos que es esto, precisamente, lo que sucede en las dictaduras y las guerras donde el poder y la responsabilidad apelan a la “obediencia debida”, el “cumplimento de la ley”, el “deber patriótico”, “la lealtad a la clase social, la religión o el grupo al que se pertenece”.
Pero ¿cuáles son las razones? Decía
William Saroyan que “el mundo está lleno de criaturas asustadas. Y como están asustadas, se asustan entre ellas”. ¿Y qué les asusta? El poder. Sin duda, son las personas más asustadas, las más necesitadas de cariño, las más débiles porque para imponerse necesitan de la ayuda de varios sujetos más, las que acaso han sufrido en su niñez un poder despótico, malos tratos o una cruel indiferencia, las que se dedican a actuar de esta manera.
Por suerte, para el bien de la humanidad, no faltarán personas que sepan situarse siempre al otro lado de esa penosa frontera.
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